GARDEL, UN VIAJERO
Por Julián Barsky
Conferencia presentada en el Museo Casa Carlos Gardel, el 24 de junio de 2015, con motivo de cumplirse el 80 Aniversario del fallecimiento del artista.
"GOLONDRINAS" (Gardel-Lepera, 1935) Duración: 2´35
Carlos Gardel fue un eterno viajero. Simbólicamente,
podríamos decir que nació viajando, ya que comenzó a conformarse como argentino
–como porteño, su “Patria chica” como él la llamaba- al poco tiempo de cumplir
dos años de edad, cuando llegó a estas
tierras hacia marzo de 1893, proveniente de Toulouse Francia, junto con su
madre Berta. Ése fue su primer viaje.
Viajera fue su madre también. Es una historia menos conocida.
Unos años antes, cuando Berta aún era una adolescente y Carlos no era ni
siquiera un pensamiento, su familia partió rumbo a Venezuela, país en el que
estuvieron radicados durante seis años. Volvieron a Francia en julio de 1882.
Los viajes marcaron la niñez de Carlos. Su asiduo contacto
con actores y cantantes de ópera –a quienes conoció merced al trabajo de
planchado de su madre, y luego en diversos trabajos que le vincularon a las
bambalinas- le dieron visión de mundo: un infinito viaje con la imaginación.
Así lo recordaba uno de los miembros de la familia Franchini, hogar donde
Carlos supo pasar parte de su infancia: “Muchas
veces, de noche, cuando se acostaba, lo veíamos en la cama con un pequeño palo,
a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época, mientras decía:
"Yo voy a ser un gran cantor".
Comenzó a dedicarse al canto, apoyándose en pequeñas
sociedades: el tanito Oriente en el barrio del Abasto, Francisco Martino en
Avellaneda, más tarde Saúl Salinas y José Razzano, a quien conoció en un par de
épicos encuentros. Comenzaron los primeros viajes profesionales. La húmeda y
ancha pampa argentina fue testigo de sus primeras incursiones. Y también de sus
primeros sinsabores, pues las giras tuvieron de todo, menos aquel éxito que los
jóvenes músicos fueron a buscar.
Dos hechos trascendentales ocurrieron en ese viaje: por una
cuestión de consonancia, Carlos modificó su apellido de origen –que era Gardes-
por el de Gardel, su definitivo nombre artístico.
El otro hecho fue la conformación de un dúo que haría
historia en el canto popular: de los muchachos que habían sido parte de
aquellas primeras giras, sólo quedaron José Razzano y Carlos Gardel. Despacio,
con pies de plomo, el dúo Gardel-Razzano (así pasó a ser conocido) comenzó a
consolidarse, a crecer. Los primeros éxitos en Buenos Aires les dieron un
respaldo decisivo, y continuaron los viajes: en pocos años el interior se
rindió a sus encantos, de Rosario a Córdoba, de Bahía Blanca a Paysandú, de Mar
del Plata a Pehuajó.
“LA HUELLA” (Gardel-Razzano, 1917) Duración: 2:37
Viajes al extranjero. Uruguay, por supuesto; se convirtió en
un lugar de actuaciones constantes. Brasil y Chile en una gira, España en otra,
países que el dúo visitó con sendas compañías teatrales. Con resultados entusiastas
pero desparejos.
Llegó el tango y la historia cambió. “Mi noche triste” –aquel célebre tango que compusieran Pascual
Contursi y Samuel Castriota a mediados de la década del ´10- sería el primer
viaje de Gardel hacia su nuevo destino.
Y el tiempo consolidó las diferencias. En las vísperas de un
nuevo viaje a España José Razzano, maltrecho, abandonó el canto, y pasó a
ocupar un rol de representante de su compañero y amigo. Carlos Gardel se
convirtió así en cantor de tangos… o mejor dicho, en “EL” CANTOR DE TANGOS.
“MANO A MANO” (Celedonio Flores, Gardel-Razzano, 1923)
Duración: 3¨00
Viajes y más viajes: en España, se rindieron al talento de
Gardel catalanes, vascos y madridistas por igual. Ni el frío de enero pudo
detenerle. En Francia ocurrió lo mismo: París era una fiesta, y Carlos Gardel
uno de sus principales animadores. Hasta Charles Chaplin le aplaudió de pie.
En aquellas idas y vueltas –barcos y más barcos- Carlos iba
organizando su futuro, siempre mirando más allá. Si las fotografías era la
manera de promocionar la imagen, Gardel posaba incansable; si aparecían nuevos
poetas, era Gardel quien estrenaba sus canciones; si lo nuevo era la radio,
allí estaba Gardel frente a los micrófonos; si el sistema de grabación se modificaba,
Carlos era uno de los primeros en probar sus potencialidades.
De esa manera también llegó al cine sonoro. Ya en 1929
aseguraba a quién quisiera escucharle que tenía contrato para filmar en
Hollywood. Nada de aquello era cierto, pero expresaba en forma contundente no
sólo los deseos del artista, sino también cómo se iba preparando su nuevo
viaje, quizá el más espectacular de todos: el del cine. Si bien Gardel ya había
incursionado en un film silente de 1917 (Flor
de durazno) y en una serie de cortos rodados en Buenos Aires bajo la batuta
de Eduardo Morera, esto era otra cosa: Carlos apuntaba alto, a la Meca.
Y ese viaje llegó hacia 1932, cinco años más tarde. Paramount
tenía estudios en Joinville, cerca de París. Allí fue Gardel. Y allí, junto con
otros compatriotas y colegas sudamericanos, tuvo su recompensa con Las luces de Buenos Aires, un film
pasatista y seudo-costumbrista, donde
un Carlos vestido de gaucho llamó la atención del mundo gracias a su recia interpretación
de Tomo y obligo.
TOMO Y OBLIGO (Manuel Romero, Gardel, 1931)
Duración: 4´
Por entonces conoció a otro viajero. Nacido en San Pablo,
Brasil, pero porteño de punta a punta, Alfredo Lepera andaba por París como
traductor de cine. Admirador de Hitchcock y probado guionista del teatro de
revistas, se transformó en el socio que Gardel necesitaba para ese nuevo viaje.
De la mano de ambos, nacerían tres películas, escritas por uno e interpretadas
por el otro: Espérame, Melodía de Arrabal, La Casa es seria.
Las críticas periodísticas no fueron complacientes con estos
filmes. Tampoco las de otros realizadores, con algo de razón y mucho de
resentimiento. Pero el éxito popular fue determinante. Gardel y Lepera prepararon
un nuevo viaje, ésta vez a Estados Unidos.
En New York, Carlos trabajó para la radio NBC, al tiempo que
negociaba sus nuevos filmes. Cuesta abajo,
El tango en Broadway, El día que me quieras y Tango bar serán el exitosísimo
resultado de estos acuerdos. Paramount decidió aprovechar el éxito de su nuevo
talento, y le incluyó en The big
Broadcast of 1936, más conocida como Cazadores
de Estrellas, una película de promoción de sus nuevos actores en la que el
cantor compartiría cartel con Bing Crosby, George Burns y un jovencísimo Glenn
Miller. Al mismo tiempo, organizó una gira promocional por América Latina; con
Carlos Gardel como eje.
AUDIO: CARLOS GARDEL Y ALFREDO LEPERA HABLAN PARA PROMOCIONAR LOS DISCOS VICTOR
Duración: 1¨32
En Medellín, Colombia, Gardel y su comitiva debía tomar un
avión rumbo a Cali. Un insólito accidente en tierra trastocó los planes. A las quince
horas, el mundo pareció detenerse por un instante, como tomando aire antes de
sumergirse en un nuevo e incomprensible dolor.
Aún faltaba un viaje. Las películas de Gardel no superaban la
medianía, pero las canciones compuestas e interpretadas en las mismas pasarían
a la historia, transformándose en un sello indisoluble del talento de su
creador. Las salas de los cines de Argentina, España, Chile, Uruguay y Estados
Unidos se llenaban de gente que exigía la detención de los filmes y se
volvieran a pasar las escenas en las que Gardel cantaba. Años más tarde, Vittorio
Gasman aseguraba que “Sus ojos se
cerraron” (incluida en la película El
día que me quieras) era una de las escenas más gloriosas del cine mundial. Artistas
tan disímiles como Plácido Domingo, Armando Manzanero y Caetano Veloso
interpretaron hasta cansarse “El día que
me quieras”; “Por una cabeza” se
transformó en una de las canciones más abordadas del siglo XX, y hasta Al
Pacino, Philipe Noiret y Arnold Schwarzenegger giraron al compás de un tango de
Gardel.
Para Gardel, los viajes marcaron su vida, fueron el nexo
entre etapas, el espacio para gratos encuentros; hasta una fuente de
inspiración musical. Carlos le cantó al viaje y al movimiento que aquel
implicaba en muchísimas ocasiones: El
carretero, Apure delantero buey, Anclao en París, Adiós muchachos, Sus ojos se
cerraron (“y el mundo sigue andando”), Lejana
tierra mía, Golondrinas, Volver.
Pero los viajes y la evolución de Gardel son también una
metáfora de los viajes y la evolución del Tango, pasando del arrabal al centro,
de Buenos Aires a París, del disco a la radio y de la radio al cine;
transformándose en un nombre propio, y al mismo tiempo en un adjetivo. Es que el Tango es movimiento. Es que
cuando un artista genuino abre la puerta, no pasa solamente él ni la cierra
detrás suyo.
Gardel es también una metáfora de los viajes, sueños y
proyectos de nuestro país. De los millones de inmigrantes que vinieron a poblar
esta tierra, de nuestros queridos abuelos y abuelas para quiénes el Tango se transformó en su religión y Carlos Gardel, en
su Dios. De los sueños que fueron y de los que pudieron ser. De los que
quedaron en el camino por falta de tiempo o disposición. O destino, vaya uno a
saber. Como los del propio Gardel, que murió viajando, soñando, rodeado de
músicos y amigos, llevando un profesor de idioma, ambicionando más, abriendo
nuevas fronteras. Produciendo y trabajando por y para el canto, como hiciera
toda su vida.
A ochenta años de su último viaje, recordamos una de las
facetas menos exploradas de su vida y, sin embargo, de las más constitutivas de
la misma. Si el Tango es sinónimo de movimiento, Gardel lo es del viaje. Es por
ello que, como el Cid Campeador, siempre está volviendo.
Y nosotros hoy aquí, en su casa, alborozados, cual parientes
y amigos que van al puerto a recibir a un querido viajero, adivinamos el
parpadeo de las luces que a lo lejos, van marcando su retorno...
Muchas gracias.
"VOLVER" (GARDEL, LEPERA, 1935)
Duración: 2¨55
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